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EL TERAPEUTA COMO INSTRUMENTO


La tensión justa


Andrés Climent



 

 

Estoy muy halagado por la invitación de mi querida Carmen de escribir algo en su nuevo blog. Con esto recuerdo las veces que con su genuino entusiasmo y energía me sorprende: “¡¿hacemos un algo?!” y tras superar el consiguiente sobresalto (un buen rato después, ya “regulado”la alegría de poder aceptar esos retos que en solitario difícilmente me hubiese planteado o iniciado. Estos desafíos a la propia ventana de tolerancia, si van acompañados de paciencia, confianza en mis recursos, aceptación de mis déficits, y un buen toque de humor… pasan a ser una especie de aventura compartida. Para su sorpresa, Carmen desconocía ese influjo en mi, y sé que también lo es en muchas más personas que atiende, supervisa… 

Con la lectura de su estupendo libro di con la opción de escribir sobre algo que comentamos de vez en cuando. Si el terapeuta es el instrumento, será necesario que esté en buen estado, afinado, cuidado y en las mejores condiciones posibles para las personas que vaya a atender. Si imaginamos una guitarra, solo con que una cuerda no esté con la tensión adecuada va a afectar a los (semi)tonos que pueda producir. Entonces, prepararnos antes de la sesión, chequearnos durante ella y hacer los ajustes necesarios y seguir con el mantenimiento cuando acabe parece ser imprescindible. Cuidarnos (suficientemente) bien para cuidar lo mejor posible a otros.

Ampliando la metáfora musical, si el terapeuta tiene en su rol una algo así como ejercer “regulator (como título de película suena bien…) ¿cómo va a poder hacer algo así estando “fuera de tono”? Si la misión de afinar al resto de instrumentos parte del estado del afinador, parece obvio que el buen estado del terapeuta no es opcional, sino necesario.



Con esto me viene otra de variables que pueden marcar la diferencia: la intención. Si el foco está en ser de ayuda más que hacer lo que técnicamente nos parece agradable, bien por conocido, seguro o por novedoso para nosotros, planificado de manera protocolizada… más nos vale mantenernos muy presentes y sincronizados con los clientes, sabiendo que la relación es la que cura y que las intervenciones y técnicas sólo son medios hábiles que lo facilitan. Paul Gilbert habla del “modo ansioso” en qué podemos caer al querer hacer, empujar, buscar resultados… como intención principal, con tan mala suerte que nos complica la conexión emocional momento a momento.

Ahora que estamos usando más las videollamadas puede ser útil imaginarnos que en nuestra pantalla tenemos la imagen de quien atendemos (persona, pareja, familia…) y la nuestra propia en tamaño similar. Desde ahí, con la intención clara de ayudar y sin perdernos de vista nos enfocamos más en ellos y lo que necesitan, pero regularmente nos observamos tanto la parte que mostramos y que los clientes pueden ver, como nuestra experiencia interna, haciendo cualquier ajuste para seguir en un estado compatible con ayudar. En este sentido, necesitamos tomar consciencia de lo que emerge ante, en y entre nosotros para discernir (en lo posible tanto antes, durante como después de la sesión) qué es parte de nuestra historia y tiene que ver con nuestra familia de origen. Contar con la obra de Carmen va a facilitarnos mucho tan esencial pretensión.

Por último, un mantra para quienes tenemos el lujo de dedicarnos de ayudar a otros. Mantenernos en una posición realista e implicada puede ser más fácil con mensajes como éste:

 

“cada uno está en su propio viaje vital,

yo no soy la causa de su sufrimiento y no está bajo mi control que no sufra,

por más que lo desee…

Aún así, haré lo mejor que pueda para ayudarle”.

 

 

Andrés Climent

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