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Nuestras necesidades familiares en juego


NUESTRAS NECESIDADES FAMILIARES EN JUEGO

 

Eun principio surge la conciencia de la necesidad de tenerse, de contar con uno mismo, para discernir, para filtrar, para elegir, etc... Es así como llegamos a la conclusión que quizá una de nuestras principales necesidades es tenernos a nosotros mismos.

El desarrollo de autoconocimiento, la familia de origen, las reglas, alianzas, legados, etc., se vuelven a poner en juego cuando los pacientes/clientes nos retan con sus propias necesidades. Sería pues conveniente pedirnos a nosotros mismos, fluidez y paciencia para movernos en planos distintos, sin asustarnos y sin perder el foco de crecimiento

Nos necesitamos curiosos. Las cosas son diferentes cuando nos encontramos en un estado de curiosidad. Una curiosidad que se mueve libremente amplía lo que puede entrar en la atención consciente. Es el “¿qué pasaría si...? o ¿Qué hay distinto en esta familia o en su historia?  

Sin embargo, como pertenecientes a un entramado de historias y relaciones y con miembros con los que compartimos no solo apellidos, cabe también la cuestión de plantearnos aquello que necesitamos de nuestra familia.

 

Quizá lo primero que hay que delimitar es el concepto de familia. La familia es nuestro referente de pertenencia y definición de identidadÉstas pueden ser la familia nuclear, la familia extensa la familia de origenY es que cuanto mejor identifique mis necesidades y atrapes procedentes de mi familia de origen mayor posibilidad habrá de diferenciarse y generar una familia nuclear libre de síntomas. 

El segundo aspecto para concretar es el carácter de la petición, de necesidad. Y aquí se incluyen peticiones puramente prácticas de apoyo y/o consuelo; peticiones emocionales de comprensión y empatía; peticiones de carácter relacional actual, hasta de recuperación de hitos en nuestro desarrollo, así como, de los grandes temas que nos han acompañado hasta el presente.

Podemos plantearnos también, pedir a nuestras familias acerca de necesidades que, originadas en el pasado, permanecen igual de vigentes hoy en día a pesar de los cambios que se hayan ido produciendo.

A veces podrán ayudarnos, estar disponibles y entender. Sin embargo, en otras ocasiones esto no será posible porque las personas de las que nos gustaría recibir respuesta ahora no están disponibles por diversas razones. Tenemos que estar preparados para ello, porque si la ayuda no es posible, insistir en lo que no va a ocurrir puede ahondar en la herida e incrementar dolor. Mejor opción es asumir, entender y jugar con lo que tenemosSaber lo que se puede pedir y a quién.

 

Parecería que poco o nada podemos pedir a nuestros abuelos o tíos/primos que ya no están. Sin embargo, dejar que sus legados, narrativas, suimágenes estáticas en fotos de color sepia, objetos, olores y refranes que nos han llegado impregnen de manera más consciente nuestra vidanos hará sabernos pertenecientes a una cadena de hechos, pruebas, valores, etc. que nos dan identidad. De manera simultánea pone todos estos legados a nuestra disposición para elegir lo que nos son útiles en cada momento y cuáles no, sin imposición y sin miedos. Así, tener a un abuelo paciente y comprensivo que fue nuestro segundo padre omadre, y rescatarlo en nuestra mente como voz sabia interna, es quizá un privilegio que nos da la opción de recuperar esas actitudes que ya forman parte de nuestro ADN familiar.

Por otra parte, la familia nuclear o la pareja, será el marco de actualización de muchas vivencias selladas ennuestra mente y nuestro cuerpo a lo largo de nuestras historias previas. En este ámbito, nuestras necesidades estarán relacionadas con que puedan entender y permitirque muchos de nuestros miedos originados en la FO pueden salir y actualizarse en interacciones actuales. Es lo que se denomina anacronismo. Saber que determinadas situaciones van a ser disparadores de reacciones que poco o nada tiene que ver con las que originó el malestar que ahora enseño. Pero también saber que así podremos generar otras dinámicas, otras reglas o alianzas, quizá menos dañinas o más amables (al menos) para nuestra propia familia nuclear. 

Tal vez una de las necesidades básicas que precisemos es aquella relacionada con nuestra vulnerabilidad. El reconocimiento de nuestros miedos, sin juicios y sin el cuestionamiento de la legitimidad de ser profesionales de los sentimientos. Sobre todo, pedimos a los que están vinculados de manera especial con nosotros, lo que en muchas ocasiones nos cuesta aceptar, que somos personas igual de necesitadas que cualquier otra y que la profesión no nos impide tener una historia pesante que influye en nuestras emocionas, nos la replantea y nos hace vulnerables frente a algunos retos.

Por último, no dejaríamos de preguntar a nuestro yo-niño (el de entonces) como parte de nuestra familia que, junto con hermanos, primos, padres, abuelos, etc. comenzó la andadura, disfrazada muchas veces de juegos, y que ahora retomamos. Pensar qué necesitó ese niño es responder a muchas de nuestras necesidades presentes. No olvidemos que sus necesidades siguen siendo gran parte de las nuestras. Entender sus vivencias y modos de vivirlas será necesario para comprendernos y ayudarnos.

 

Las necesidades que nos puede cubrir la familia de origen también pueden tener que ver con la oportunidad de ensayar nuevos patrones relacionales sin señalamiento y expulsión, aunque les haga daño y suponga decepción. 

Tener permiso para que las cosas puedan ser de otra manera. En el futuro y en el pasado, reescribiendo mi historia de manera conjunta, si se puede, y más empática. Más allá de los legados familiares que me lleve puestos en forma de refranes, frases hechas, rituales, habilidades reforzadas que nos han hecho hábiles y especialmente diestros en habilidades familiares. 

Poder cuestionar lo recibido y discernir lo útil y adaptativo para el momento actual, de lo que ya no sirve o incluso me hace daño.

Así, nuestra familia nuclear nos puede ofrecer el contexto de apoyo y de experimentación de estas nuevas formas de percibir y vivir para que se produzca un enriquecimiento mutuo y que, llegado el caso, transmitamos otra forma de filtrar y de sentir a la generación siguiente. Y que, a la vez, respete y honre lo que llevamos puesto. 

Por último, el tiempo es un regalo que la familia nos puede hacer también. Tiempo para crecer, para darnos cuenta, para rectificar, para asentar o hacer cosas nuevas. Y que, a la vez, nos enseñe su valor, el valor del tiempo. Como la figura de un abuelo/a paciente que aprecie, la sutileza, el saber hacer lento, etc. como en la maduración de la fruta, el buen vino o el paso de las estaciones. 

 

Del libro “La Familia de Origen del Terapeuta

en Sesión: Moviéndonos entre familias

 

 

Carmen Casas García

Terapeuta Familiar

Psicóloga Clínica

 

 

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