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EL GRAN TEATRO FAMILIAR



 ¡Qué compleja es la familia! Hay tantas dimensiones, mundos, maneras de entenderla. En este pequeño escrito el acercamiento a la familia no se hace desde la psicología, sino desde las bellas artes (o como prefiero llamarlo, desde la producción artística). Desde hace ya unos años el álbum fotográfico familiar se ha convertido en un tema muy atractivo para muchos artistas. La imagen, el recuerdo, la memoria, son temas interesantísimos y que abarcan tal cantidad de aspectos que nunca paras de investigar y encontrar nuevos enfoques desde los que trabajar.

En 1882 aparece Kodak presentando al mundo su nuevo invento: el carrete. Su popularización no es inmediata, y si nos centramos en España, aún necesitará muchos años después de su invención para que hacer fotografía en carrete sea una actividad cotidiana. Lo importante de esto es que con el carrete la familia asume con facilidad el cometido de guardar su propia memoria a través de la fotografía.

Los álbumes, como archivos que son, se encargan de organizar y crear una narrativa que una las distintas fotografías. Se convierte en una herramienta indispensable para la construcción de la identidad individual y colectiva. La conservación de la memoria de la historia familiar se convierte en un empeño importante por parte de las propias familias, siendo en muchos casos las fotografías familiares los únicos materiales biográficos que dejan atrás después de la muerte de los miembros de la familia. (Vicente, 2018, p.13)

A lo largo del álbum se nos muestran distintos eventos, viajes, lugares, etc. Como archivo al servicio de la memoria familiar, escogemos y fotografiamos aquello que consideramos más relevante e importante para el recuerdo, y que no debe ser olvidado. “El álbum se va construyendo con los acontecimientos relevantes y las figuras importantes que dan origen a la familia y que la componen” (Sanz, 2007, p.44). Un espacio para conservar la memoria y crear una identidad familiar.

Y esto de la identidad es realmente importante. Para Jorge Blasco, la memoria es solo una excusa, lo realmente importante en la creación de sentimiento de pertenencia a un grupo: “No se trata de guardar la memoria, sino más bien de la reconfortante idea de pertenecer y de tener una identidad. El tanto por ciento de información memorística de los álbumes de familia de humanos es muchos menor que la cantidad de peso identitario” (2018, p.164-165).

Y Pedro de Vicente le da una vuelta más a el álbum como repositorio de memoria: “aunque la fotografía se experimenta como un contenedor para la memoria, no está habitada por la memoria tanto como la produce. Es decir, es un mecanismo por el cual el pasado es construido y situado desde el presente”. (2018, p.22)

Y bueno, llegados a este punto es probable que muchos piensen que lo que estoy hablando es asunto del pasado. Todo esto del álbum familiar, el carrete, hace referencia a la fotografía analógica, y por tanto algo del pasado. Pasado no muy lejano, también es cierto.

Las cámaras digitales y en especial los teléfonos móviles han cambiado por completo la forma de entender la fotografía. Y sí, es cierto, las estanterías de los hogares ya no se llenan con esos objetos con forma de libro llenos de fotografías. Ahora son discos duros y ordenadores repletos de fotografías.


 Y es que, aunque haya cambiado tanto nuestra forma de tomar instantáneas, el formato de la fotografía familiar apenas ha evolucionado. Se fotografían los mismos momentos: bodas, cumpleaños, comuniones..., y aparecemos en las fotos de manera muy similar. Eso sí, donde con el carrete había 10 fotografías, ahora hay 100 en la galería de fotos de móvil. Tenemos otros álbumes de fotos, aunque su formato haya migrado del formato libro. Y seguimos buscando esas fotos para recordar a alguien, para enseñar un momento del que nos sentimos orgullosos, para presumir de hijos, para añorar el pueblo..., en definitiva, para contar historias.

Un álbum es una construcción, una narración ficticia, pero que además, está viva. Se añaden imágenes porque un primo encontró una fotografía que tenía guardada y olvidada en un rincón de su casa; o se quitan imágenes tras una ruptura amorosa y así evitar la presencia de esa persona. Y la priorización de las fotografías también es variable: quizás una pareja después de tener un hijo ya no considere esenciales sus imágenes de viajes y solo quiera hablar y mostrar esas fotos que muestran cómo va creciendo su hijo.

Y lo más importante, un álbum no solo se enseña: se cuenta. La narración oral es tan importante como las imágenes. ¿Quién es esa persona de ahí?¿De quién es esa casa? Y en cada narración, la historia cambia. Los vacíos, las insistencias, etc., todo varía. Nos vamos creando historias que rellenan el hueco entre las fotografías. Un teatro que nos permite crearnos una identidad familiar: cuál es nuestra historia, de dónde viene mi carácter, por qué escogieron este nombre para mí. Narraciones que nos permiten situarnos en el mundo, a nosotros, y a nuestra familia.


                                                                                        Carmen Gimeno Casas

Blasco, J. (2018). De Goebbles a Hofmann. En Vicent, P. y Gómez-Isla, J. (Eds). (2018). Álbum de familia y prácticas artísticas. Relecturas sobre la autobiografía, intimidad y archivo. (pp. 163-176) España: Gráficas Alós

Sanz, F. (2008) La fotobiografía. Imágenes e historias del pasado para vivir con plenitud el presente. Barcelona, España: Editorial Kairós

Vicente, P. (2018) Políticas y propaganda del álbum de familia. En Vicent, P. y Gómez-Isla, J. (Eds). Álbum de familia y prácticas artísticas. Relecturas sobre la autobiografía, intimidad y archivo. (pp. 13-24) España: Gráficas Alós


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