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RECONCILIARNOS CON NUESTRA PROPIA HISTORIA FAMILIAR







RECONCILIARNOS CON NUESTRA PROPIA HISTORIA FAMILIAR

para no confundirnos con el paciente.

 

La familia es el lugar donde nos construimos como personasComo terapeutas necesitamos haber exploradonuestra historia. Conocer de dónde venimos, donde nos hemos formado, qué impacto ha tenido y tiene en nuestra vida presente, quienes somos, como nos relacionamos con los demás y cómo funcionamos en el mundo.

Comprender el sentido de lo vivido y poder dar un significado, que casi siempre lo vamos a encontrar en la infancia y lo desarrollado en la familia en nuestros primeros años de vida. En lo que estuvo presente en nuestras experiencias relacionales o en lo que faltó. En lo que recibimos y en lo que no. En lo que aprendimos y en lo que se quedó sin satisfacer. En lo que arrastramos y no nos corresponde, en lo que repetimos, y el lugar que ocupamos.

Siempre he sido una defensora de la importancia del trabajo personal del terapeuta, y eso siempre contempla el trabajo con la familia de origen. Independientemente desde el modelo de psicoterapia que trabaje cada persona, considero fundamental desde la responsabilidad profesional tener revisada la propia infancia, las figuras parentales y desarrollar la capacidad de introspección, reflexión y conciencia personal

En este sentido el libro de Carmen me parece una herramienta muy valiosa para acompañar este viaje de exploración, elaboración y reconciliación con la propia historia. Un libro bonito, práctico, escrito con frescura, respeto, sabiduría y profundidad. 

La terapia es un encuentro humano en el que el terapeuta está presente para el paciente. Le presta atención y escucha, al mismo tiempo que maneja lo que se mueve en su interior, siendo consciente de sus sensaciones, emociones y pensamientos. El terapeuta está para el paciente a la vez que registra lo que va experimentando ante su presenciaSe da cuenta de lo que resuena en su interior cuando está para la otra persona, poniendo en marcha esa habilidad necesaria para estar presente en la relación con un otro. 

Al acompañar al paciente a revisar su infancia y su familia, necesariamente va a aparecer el contacto con la nuestra. Porque en nuestro presente, en el encuentro con la otra persona, se nos disparan sensaciones, recuerdos y vivencias no procesadas, se nos movilizan cuestiones que nos resultan difíciles, nos conectamos con nuestras heridaspuede que aparezcan asuntos todavía sin elaborar.

Todas las personas tenemos en nuestra historia familiar momentos que nos impactaron, emociones que no expresamos, asuntos inconclusos que no resolvimos, algo que no dijimos, secretos que guardamos o resentimientos que arrastramos. 

 

Cuando conocemos nuestra historia familiar, y sabemos dónde están nuestros puntos vulnerables, vamos a tener más claro lo que tiene que ver con nosotras y nosotros mismosy es más probable que no nos confundamos y que no proyectemos en el paciente aspectos que tienen que ver con nuestras vivencias

Cuando tenemos ese viaje de autoconocimiento realizado, aunque no significa necesariamente resuelto del todo, porque el tema de la familia de origen es algo a lo que se vuelve una y otra vez, es cuando podemos situarnos delante del paciente o de la familia con la que estemos trabajando con honestidad y responsabilidad. 

La aceptación de nuestra propia historia, de lo que fue, nos facilita dejar de pelearnos con lo que nos hubiera gustado, dejar de esperar a que la realidad sea otra. Nos facilita experimentar una paz interna que entre otras cosas, es lo que nos libera energéticamente para estar en el presente disponibles, accesibles y con la conciencia necesaria para no confundirnos con el otro y para construir un espacio seguro para el paciente en terapia. Y ahí se llega mirando de frente, no evitando. Ahí se llega, entre otras cosas, después de hacer un viaje terapéutico por nuestra familia.

A veces pensamos que todo está bien, que no tenemos nada que revisar, sin haber hecho un proceso terapéutico. O puede que pensemos que lo vivido en nuestra familia no tiene nada que ver con quienes somos en el presente. Eso suele tener que ver con un mecanismo de negación oevitación, con miedo a contactar con algo desconocido o demasiado conocido. Otras veces tenemos la fantasía catastrófica de que al acercarnos a explorar las relaciones se estropeen, o miedo de ser conscientes de algo de lo que hasta ahora no hemos querido ver ni reconocer, y entonces elegimos no mirar.

Sin embargo, revisar, y reconciliarnos con nuestra propia infancia e historia familiar es lo que nos facilita no confundirnos con el paciente o con la familia con la que estamos trabajando, y nos posibilita estar con una presencia auténtica y honesta, con la serenidad interna que eso nos aporta.

Nos ayuda a no caer en eso que a veces nos pasa a los terapeutas de querer construir un significado para el paciente, cuando él todavía no lo puede ver, o querer llevarle a un lugar que no es el suyo. Esas cosas que nosocurren y que muchas veces nos pasan desapercibidas porque no somos consciente de lo nuestro. 

Cuando hemos hecho un trabajo terapéutico con nuestra familia de origen es cuando, como terapeuta, puedo estar presente para el paciente sabiendo que:

• Para sostener su mundo interno, y facilitarle que luego sea él o ella quien lo sostenga, primero tengo que haber aprendido a sostener el mío.
• Para poder aceptar su historia, su familia, y facilitarle el proceso para que él o ella también pueda llegar ahí, primero tengo que haber hecho ese camino conmigo. 
• Para poder respetar el proceso del paciente, primero he tenido que conocer y respetar el mío. 
• Para confiar en el paciente, primero he tenido que confiar en 

 

Es cuando el terapeuta puede decirle al paciente

• Yo estoy aquí para ti sin desconectarme de mí. 
• Puedo verte sin confundirte conmigo.
• Acompañarte de la mano a lugares donde yo ya he ido sin dejar de verte a ti. 
• Sostener lo que emerja en ti sin caerme contigo.

 

Todas las personas tenemos alguna experiencia más o menos dolorosa en nuestra familia que forma parte de nuestra historia. Tal vez fue la enfermedad o fallecimiento de una persona importante, alguna situación familiar difícil, una falta de afecto o atención, o puede que lo que nos hubiera gustado cambiar fuera los conflictos que tenían nuestros padres. Tal vez las experiencias de malestar tengan que ver con la falta de amor incondicional, con el haber vivido en una familia donde el amor dependía de los hechos y éxitos conseguidos o puede que tenga que ver con no habernos sentido vistas ni tenidas en cuenta. 

Sea como fuere es nuestra historia y nuestros padres, a su vez, también tienen la suya. Comprender que nos aportaron lo mejor que tenían y aceptar que hicieron las cosas lo mejor que supieron y pudieron nos puede ayudar a reconciliarnos con nuestra familia. 

Expresar y compartir las propias vivencias nos acerca a aceptar nuestra propia historia. Dicha aceptación nos permitirá reconciliarnos, puede que perdonar, y valorar aspectos positivos que desarrollamos gracias a aquello que hemos ido viviendo. 

Como terapeutas es fundamental que realicemos este trabajo con nuestra propia familia de origen para poder acompañar a otras personas a realizar ese mismo proceso y sobre todo para no confundirnos y confundir a la familia o al paciente con el que estemos trabajando.

A veces nos encontramos con descubrimiento bonitos, con sorpresas gratificantes, no solo con sufrimiento, conflicto o dificultad. Es un viaje que vale la pena hacer, y sobre todo, es un viaje que desde el punto de vista de responsabilidad profesional es fundamental realizar. 

Gracias Carmen por escribir el libro “LA FAMILIA DE ORIGEN DEL TERAPEUTA EN SESIÓN. MOVIÉNDONOS ENTRE FAMILIAS, compartiendotus conocimientos y sabiduría para facilitar este trabajo terapéutico tan importante que necesitamos hacer todas las personas profesionales que trabajamos en el ámbito de la psicoterapia. Gracias.

 

 

 

Mireia Simó RelPsicóloga General Sanitaria. Psicoterapeuta Gestalt y EMDR.

 

 

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