Celebrar, un divertimento
¿Jugamos?
Mi amiga y colega Carmen me preguntó hace unas semanas si quería volver a escribir en este blog con motivo del aniversario de la publicación del libro “La familia de origen del terapeuta en sesión”. Me pareció un honor y al mismo tiempo un pequeño reto: qué más o qué otra cosa añadir a un texto que, en mi opinión y no sólo en la mía, es y está más que completo. Y en ello estaba a ratos, ya sabéis, en esos ratos en los que mientras haces algo mecánico, los pensamientos van y vienen aparentemente sin ninguna conexión, hasta que se fue escribiendo, y convirtiendo en regalo de cumpleaños, lo que sigue:
“¡Un Niño!, ¡es un niño!”, gritó la comadrona saliendo, tras largas horas de parto, de la habitación al rellano de la casa donde, nervioso, esperaba el padre de la criatura junto con toda la familia extensa. Abrazos, felicitaciones, sonrisas…, “Por fin descendencia”, susurró la abuela paterna al oído de su hijo. El nombre ya estaba elegido, tanto si era niña como si era niño. No es que no costara poco, había que contentar a muchos y tenía que ser poderoso. Se llamaría Nicolás.
Algunos años después…
“Sin que el artista tuviera tiempo de reaccionar, el perro le arrebató el pincel de la mano. Correteó de vuelta hacia su esquina mientras lo mordisqueaba. Lo dejó hecho trizas. “¡Maldito chucho!”, pensó Velázquez. Miró al animal con ira, pero no perdió la compostura. Demasiados testigos. Eligió otro pincel y continuó elaborando en su paleta la tonalidad exacta para el cabello de la infanta Margarita. Se detuvo un instante. Llamó a Nicolasito y le dio instrucciones al oído. Este sonrió y obedeció encantado. Desde entonces lleva siglos pisoteando con disimulo al mastín que soporta resignado su castigo.” (Soto Torres, C. 2017)
Seguramente ahora, sentirás curiosidad por volver a mirar ese cuadro tantas veces contemplado para ver exactamente dónde está el pequeño y qué hace. Y ahí, ahí está. En la esquina derecha de la obra
¿Qué chulo, no? Un cuadro, un cuadro que toma vida en un microrrelato y un preámbulo que emerge al leerlo y sentir curiosidad por volver a mirar el cuadro
El principio de esta historia es lo que mi experiencia, también mi ignorancia (Nicolasito no era hijo de Felipe IV y a mí me encantó suponerlo), fantasía, años, lecturas, etc. ha imaginado y ha elegido como preámbulo. Me divierte pensar cuál sería el de cada uno de los personajes que componen el cuadro, cuál la historia que contarían entre todos. Me seduce pensar en un circunspecto Velázquez contestando: “Señora, ¿sabe Usted lo pesado que se hace pintar a …?
Esto es a mi, y a ti, ¿qué te ha llamado la atención del cuadro para poder tirar de ese hilo?, ¿se han puesto en danza algunos personajes para contarte una historia?
Sería gozoso poderle preguntar a Felipe IV, ¡no digamos ya al mastín!, pero como no va a ser posible, sigamos imaginando y volvamos al microrrelato. La historia de la historia del cuadro que nos cuenta la autora: ella también con su experiencia, fantasía, años, lecturas, etc., ha imaginado y construido un relato.
¿Te atreves con uno? Aunque ahora por tu cabeza se pasearan el cuadro, el microrrelato, el preámbulo. Y este texto, ¡claro!
De alguna manera, esto es lo que hacemos quienes nos dedicamos a este oficio: imaginarnos historias, elegir, tirar de un hilo, curiosear…
A mí, personalmente, me encantaría preguntarle a la infanta Margarita qué cree que le dijo Velázquez a Nicolasito.
Beatriz Pérez-Manglano Soto
Terapeuta de Familia y Pareja
(1) “El arte de la venganza”. Cristina Soto Torres
“Móntame una escena”
Colección de Microrrelatos del Taller de Escritura 2017 (Blog Literautas)
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